domingo, 20 de febrero de 2011

AUTONOMÍA O SOBERANÍA

Desafío Publicación: LUNES 21 DE FEBRERO DE 2011

*Autonomía o Soberanía

*Motivaciones Ocultas

*Chantaje Presidencial

Por Rafael Loret de Mola

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Si en México fuera real la autonomía entre los poderes de la Unión, y las interrelaciones institucionales no dependieran de los chantajes mutuos y sostenidos entre los actores políticos de distintas filiaciones partidistas, hace tiempo que el mandatario Felipe Calderón habría sido citado por el Congreso con el propósito de que informase sobre algunas decisiones y acuerdos tomados por éste sin conocimiento de los legisladores en asuntos de la competencia de éstos, como los referidos a la política exterior del país cuya regulación depende del Senado.

En el reciente escándalo proveniente de Francia para exigir la liberación de una mujer que en México ha sido sentenciada como secuestradora –un delito que inflama la sensibilidad general por tanto dolor inferido a las víctimas y a quienes velan por ellas-, trascendió un punto que, desde luego, ha sido grotescamente minimizado: el presidente francés, Nicolas Sarkozy, recibió la promesa de Calderón de que la señora en cuestión, Florence Cassez, sería liberada. Y, por tanto, como muestra de buena voluntad, Sarkozy tuvo la ocurrencia de dedicar el presente año, en su país, a la exaltación cultural y artística de México acaso para compensar con ello a su par por los efectos jurídicos internos de la excarcelación.

De haber sido así, como explican los funcionarios franceses, Felipe Calderón sería responsable de varias conductas política y jurídicamente incorrectas. Primero, en la perspectiva diplomática, al engañar a un mandatario extranjero, además uno de los más influyentes del mundo, brindándole una promesa a sabiendas de que no sería cumplida y exhibiéndose, por tanto, como un elemento no confiable, sin palabra, lo que en los foros institucionales descalifica y hunde.

Pero, además, el desplante calderonista habría puesto en jaque a los otros poderes de la Unión en condiciones de supeditación, de facto, al Ejecutivo. Con ello, los jueces tendrían derecho a querellarse contra el atropello y los legisladores deberían proceder a deslindarse de lo acordado por el mandatario mexicano, fincándole responsabilidades por causas graves –es decir, el sometimiento a una soberanía ajena contra la dignidad nacional-, lo que le colocaría incluso ante la posibilidad de dimitir al cargo que ostenta. (Al presidente de la República sólo puede reconvenírsele por causas graves o traición a la patria lo que otorga al Legislativo condición de poder superior por cuanto representa y aglutina a la soberanía popular).

Vamos a más. Si en México la diplomacia se ejerciera dignamente, y no bajo el vasallaje de los fuertes, no sería tolerable, de modo alguno, que las potencias condicionaran unilateralmente a los mexicanos sin reacción similar por parte de nuestro sumiso gobierno. Dos episodios recientes, ya bajo la férula de la derecha, nos plantean los daños infringidos y tolerados al honor nacional: la imposición de cuotas más altas y de un fichaje electrónico a los mexicanos que se introducen al territorio estadounidense y la decisión del gobierno canadiense de exigir visas a los mexicanos desde 2009. En uno y otro caso, nuestro gobierno bajó la cabeza lastimosamente.

En cuanto a la nueva carga ofensiva por parte de las autoridades de Estados Unidos, con la supuesta justificación de proteger sus fronteras luego de los atentados terroristas de septiembre de 2001, trascendió, por letra del ex embajador estadounidense en México, Jeffrey Dabidow –“El Oso y el Puerco Espín”, Grijalbo, 2003-, que una de las reacciones de nuestro singular gobierno se dio por iniciativa del entonces Canciller, Jorge Castañeda Gutman –quien ahora se pretende irreprochable para medrar entre la socialité-, y consistía en arengar, aprovechando la tradicional ceremonia del Grito en Palacio Nacional, en pro de las víctimas de Nueva York como un rasgo de solidaridad. Y fue el embajador Davidow quien oprtó por disuadir a los altos funcionarios mexicanos considerando las tremendas cargas históricas que ello supondría. Cuando la lacayunería no tiene límites no puede hablarse de soberanía.

Respecto a la prepotente imposición canadiense, nuestro gobierno se limitó a protestar tímidamente durante un periplo del mandatario Calderón por las tierras de las hojas de maple. Fue hasta allí, sometiéndose de hecho a las nuevas reglas, arguyendo que para los mexicanos era prioritario conservar la buena disposición de nuestros “socios comerciales” y, además, las nutrientes del turismo. No lo dijo pero estableció que estábamos en evidente desventaja porque no podíamos siquiera resarcirnos de la ofensa.

Esto es: ni pizca de reciprocidad, con la cabeza baja, perdimos la solvencia moral y política para exigir respeto a nuestra soberanía. De todos los males infringidos a los mexicanos, éste, sin duda alguna, es el de mayor costo por cuanto significa el sometimiento irrestricto a la voluntad discrecional de los fuertes. ¿No se tipifica así la traición a la patria?

Por eso ahora cualquiera, y por cualquier asunto, le falta al respeto a México y cuanto representa.

Debate

Calderón presenta como rasgo de dignidad la réplica al gobierno francés, argumentando que en México, como en Francia, “los jueces son independientes”. Sólo le faltó expresar al embajador mexicano en Francia, Carlos de Icaza, lanzar vítores a la insurgencia judicial para situarla incluso muy por encima de la condición de autónoma que, según parece, no es suficiente.

Hagamos una breve crónica de dos sucesos que delinean la manera como los gobiernos de derecha actúan en los planos internacionales. En primer lugar, la posición de nuestro gobierno de no apoyar la invasión estadounidense a Irak en 2003, cuando la delegación mexicana desempeñaba la presidencia del Concejo de Seguridad de las Naciones unidas, elevó por un momento el nivel de la diplomacia subrayando la validez y vigencia de la Doctrina Estrada en donde anida el principio medular de autodeterminación de los pueblos.

Pese a ello, los costos fueron tremendos. El belicoso George Bush junior, entonces en la Casa Blanca, no perdonó el gesto y cerró las llaves de los auxilios financieros. Además, su distanciamiento notorio respecto a su par mexicano, Vicente Fox, obligó a éste a mantener una especie de cruzada para semblantear al norteamericano, forzarle a una sonrisa y expresarle, tácitamente, una suerte de perdón para regresar al punto de partida, es decir a una correlación casi incondicional... por parte de nuestro gobierno, claro.

Al respecto no puede soslayarse la versión del ex presidente Carlos Salinas en el sentido de que, contra lo percibido por la sociedad, la administración foxista sí se inclinó, en principio, a favor de las acciones de guerra en Medio Oriente y sólo después calculó que podría sacar provecho si se mantenía al margen acompañando a otros gobiernos, el de Francia sobre todo, que no accedieron a formar parte de los invasores. Los resultados, finalmente, fueron humillantes.

El segundo hecho lo tenemos más presente y es al que nos hemos venido refiriendo en los días recientes. Pareciera, sólo eso, que Calderón, quien ya se disfrazó de Madero para recordar la histórica “Marcha de la Lealtad” en 1913, ahora pretende rememorar histriónicamente al general Ignacio Zaragoza en el nicho de la patria erigido sobre los cerros de Loreto y Guadalupe: ¡duro contra los franchutes! Pero no es así porque, en principio, se sometió a la presión del francés Sarkozy y después lo dejó con un palmo de narices pretextando, solemnemente, su adhesión institucional al poder Judicial, autónomo que no independiente.

Nada más alejado de la realidad. La verdad pura y llana es que con este diferendo, ahora desbordado hasta el nivel del G-20, el señor Calderón protege, y sólo eso, a su incondicional secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, cuyos excesos en el proceso contra la señora Cassez brindó a ésta elementos suficientes para su defensa con soslayo de su presunta participación con la banda de secuestradores encabezada por su novio, Israel Vallarta. Todo lo demás es consecuencia.

El Reto

Si en México rigiera, en verdad, la soberanía popular, Felipe Calderón sería llamado a cuentas, no sólo en torno a las posibles secuelas de enfermedades crónicas –un tema que le enciende y le lleva incluso, según la versión de algunos de los involucrados, a intercambiar chantajes mutuos con relevantes actores políticos-, sino para demandarle acciones concretas para limitar a los miembros del gabinete desbordados, como Genaro García Luna ahora. No blindarlos, como hizo con Luis Téllez Kuenzler y Juan Molinar Horcasitas, sino someterlos al imperio de la justicia. ¿Acaso no tiene preeminencia la soberanía popular sobre la discrecionalidad presidencial?

Según trasciende, el mandatario de medio tiempo ha optado por manejar el látigo, esto es acorralando a quienes lo cuestionan, para iniciar la limpia de cara a la sucesión presidencial en 2012. En ausencia de liderazgos definidos –pensar que Santiago Creel tiene esta condición es una inmensa necedad-, la oficina de la Presidencia aprieta y estima que es indispensable recercar, una vez más, la exaltación al presidencialismo autoritario. Otra vez, y no sé cuántas han sido, retornamos al punto de partida.

La demagogia ramplona ya no aguanta un desplante más.

La Anécdota

Corría 1986 cuando el entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid, llamó a dos de sus secretarios de Estado, Manuel Bartlett, de Gobernación, y Carlos Salinas, de Programación y Presupuesto, y les dijo:

--Uno de ustedes será el próximo presidente. Por eso les conmino a mostrarse como amigos, sin ataques soterrados, dejarse ver con sus esposas, para desactivar golpes bajos.

No obstante, igualmente trascendió que Bartlett, a cambio de su derrota en la justa presidencialista, hizo ver al mandatario y jefe suyo, De la Madrid, que contaba con información confidencial bastante como para asegurarse porvenir e impunidad... aunque no fuera señalado candidato. Y, por supuesto, se salió con la suya gracias al tremendo chantaje que se cernía sobre las preferencias y veleidades íntimas de quien ejercía el poder.

¿No es suficiente lo anterior para imponer el interés público a la monserga de la vida privada intocable?

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Rafael Loret de Mola
Escritor

domingo, 6 de febrero de 2011

CUARTO DE SIGLO. A LA MEMORIA DE MI PADRE

Veneno Puro PUBLICACIÓN: DOMINGO 6 DE FEBRERO DE 2011

*Cuarto de Siglo

*Reina Impunidad

*Sobrina...al fin

Por Rafael Loret de Mola

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A la Memoria de Carlos Loret

de Mola Mediz, con una losa de

un cuarto de siglo de impunidad

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La impunidad mantuvo y extendió su reinado a partir de 2000, cuando tantas voces hablaron de cambio mientras negociaban una tranquila transición política en pro de la continuidad, bajo una derecha incapaz siquiera de honrar a sus propios muertos. Con esta dualidad, entre sus viejos reclamos y las nuevas justificaciones, quienes integran el régimen panista, extendido ya a más de una década en ausencia ostensible de resultados, optaron por festejar los fastos del bicentenario insurgente y del centenario revolucionario sólo insinuando señalamientos bizantinos, detrás de bambalinas siempre y sin sello oficial, para intentar raspar a los caudillos incómodos. Sólo eso, agobiados por las interrelaciones con las mafias que jamás habían avanzado tanto como ahora.

Hace poco más de un año, pregunté al diputado sinaloense, Manuel Clouthier Carrillo –“2012: La Sucesión”, Océano, 2010-, si el expediente judicial sobre la muerte de su padre, el célebre “Maquío”, estaba cerrado pese a múltiples conjeturas y lagunas en la investigación. Y respondió:

--Nunca he dejado de tener sospechas, fundadas, sobre el supuesto accidente.

Sin embargo, veintiún años después de aquel suceso, y con diez años de panismo en el ejercicio presidencial, el gran icono de la derecha no ha sido redimido. La versión gubernamental, sellada hasta hoy como si los candados del tiempo fueran parte de las complicidades extendidas para no agitar las aguas, insiste en un fatal choque de su vehículo con un carguero, entre Culiacán y Mazatlán, a la altura del kilómetro 158 de la rúa México-Nogales. Con el ex candidato presidencial pereció también el entonces diputado Javier Calvo Manrique. Desde esa fatal jornada, la familia Clouthier guarda y repasa sus “dudas razonables”. Y no ha podido pasar de esta línea.

Fue notoria, eso sí, la precipitación con la que el vocero panista, nada menos Carlos Castillo Peraza quien después se convertiría en figura central e ideólogo relevante de su partido hasta 2000 cuando optó por alejarse meses antes de su muerte en Bonn, pretendió dar carpetazo a cualquier especulación sobre un posible atentado. Sin tener datos duros, Castillo sencillamente avaló la historia gubernamental, renunció a cualquier tipo de indagatoria y obviamente a denuncia alguna, para continuar su andar muy de cerca, siempre a la derecha, de Carlos Salinas.

No es el único caso, claro. Podríamos enlazar, en una suerte de hilo conductor para asomarnos al balcón de la impunidad, los “accidentes” claves en los que nadie cree por cuanto a las tortuosidades de los hechos y el nivel de las víctimas. Citemos algunos casos: José Ángel Conchello, José Luis “la calaca” González –muerto, en apariencia perseguido sobre una moto en las inmediaciones de Avándaro, cuando Marta Sahagún le había alejado definitivamente del club de amigos incondicionales-, Rubén Martín Huerta y Juan Camilo Mouriño. Para negociar, es mejor, desde luego, sostener las versiones oficiales que hablan de fatalidades inoportunas, crueles. Nada más. Porque cualquiera otra cosa atenta, aseguran, contra la estabilidad fundamentada en los arreglos soterrados con los grupos dominantes, igual ayer que hoy.

Y tal es la monserga que persiste. No hay poder decidido a pasar sobre las consignas, los prejuicios, los arreglos oscuros y los rastros ignominiosos de cuantos han ejercido el mando y protegieron sus espaldas al ungir a sus sucesores. Callan, distraen la mirada, se alzan de hombros... y se mantienen en los corrillos políticos al amparo del erario y la desvergüenza. Si hasta los genocidas pueden eludir la ley –tal el caso del anciano Luis Echeverría-, ¿qué puede esperarse de la justicia en la era de los gobiernos vulnerables, temerosos y paralizados? Cada que hago esta reflexión me subleva el pensamiento. Y me aterra no poder hacer más.

Dos de los hijos de “Maquío”, optaron por renunciar al PAN. Primero Tatiana, quien se alejó del partido que abanderó su padre por divergencias con la designación presidencialista de Manuel Espino Barrientos bajo la férula de los “demócratas” Fox; y después Manuel, el primogénito, más recientemente, apenas hace un año, para marcar distancias respecto a Felipe Calderón y su sectario combate a un sector del narcotráfico en el que no figuran los grandes “capos” sinaloenses encabezados por Joaquín “el chapo” Guzmán. Esto es, sin referentes al severo cuestionamiento sobre la posibilidad de una conjura criminal contra el “Maquío”. Él, claro, hubiera actuado de otro modo.

A la derecha, al parecer, le estorban sus propios héroes civiles. Son conciencias que pesan una barbaridad cuando llega la hora de compartir gobierno por encima de las ideologías, tal y como se ha dado con las alianzas turbias y la reciente declinación del candidato panista al gobierno de Guerrero, en medio de un lodazal siniestro, cinco días antes de una jornada electoral viciada de origen, dirimida entre dos priístas, uno de ello con disfraz.

Sin duda, la mayor víctima de la impunidad, a través de todos estos años, ha sido la democracia.

Mirador

Carlos Loret de Mola Mediz, mi padre, llevó siempre el periodismo como tejido vital. Para él la política fue un paréntesis efímero, de tres lustros en los que fue diputado, senador y gobernador de Yucatán, de manera consecutiva y sin pausa, sin que por ello perdiera su esencia. Aun en su condición de mandatario, se permitía, él mismo, redactar sus propios boletines de prensa, realizar enlaces radiofónicos y televisivos, conducir programas especiales en defensa de la soberanía yucateca –como cuando Echeverría pretendió privilegiar a su entenado David Gustavo Gutiérrez Ruiz, colocado como virrey de Quintana Roo- y responder, uno a uno, los “remitidos” –denuncias ciudadanas se llamarían ahora- del influyente Diario vernáculo.

Cuando el destino lo llevó a explorar la escarpada sierra de Guerrero, en febrero de 1986, viaje del que sólo regresó su cadáver, llevaba en el alma la convicción sobre una monumental traición desde el poder, protagonizada por el deplorable Miguel de la Madrid. Por ello –y ahora lo subrayo una vez más-, sostuvo reuniones que él consideró “claves” con algunos personajes de la época, entre ellos Javier García Paniagua y Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, intentando hacer presión sobre el mandatario para que corrigiera el rumbo sin consumar, como finalmente ocurrió, la entrega a una nueva secta de funcionarios, los neoliberales que abrieron de par en par las puertas de Los Pinos al capital del exterior y a sus aliados y prestanombres mexicanos. Luego llegaría la derecha a la casona presidencial.

Esa fue la circunstancia que marcó el abyecto crimen. Y todavía viven, con cinismo inaudito, algunos de los principales personajes de la trama: el ya mencionado De la Madrid, oscuro en su decrepitud, Emilio Gamboa, el entonces joven fundador de la “cofradía de la mano caída”, y el siniestro Manuel Bartlett, señor que fue de Bucareli, arrimado a la izquierda, a la que tanto igualmente afrentó –no se olvide 1988 y los asesinatos de 260 líderes sociales y políticos-, sin haber sido siquiera citado judicialmente para responder por lo que sucedió en “El Filo Mayor” sino también por el asesinato de Manuel Buendía dos años atrás, en 1984, del que igualmente pudo ser fragua.

Por desgracia, México sigue sitiado por la impudicia y la traición. Quizá por ello la impunidad reina sobre un conglomerado a veces manipulado, otras afrentado, que cae frecuentemente en el marasmo de la amnesia. Valga por ello este recordatorio, doloroso siempre para este columnista que, para su infortunio, no puede ni quiere ni debe olvidar.

Polémica

He alzado la voz decenas de veces y nadie ha querido escuchar. No han sostenido su palabra cuantos, en ejercicio de cargos públicos, ofrecieron reabrir los expedientes respectivos convencidos de que había bastante más que “dudas razonables” sobre la desaparición física de Don Carlos. Desde presidentes de la República –en especial, Salinas-, hasta procuradores y comisionados de derechos humanos. Al final, sólo fueron farsantes.

En lo personal me agobia, un cuarto de siglo después, no haber podido honrar la memoria del hombre a quien debo todo lo que soy, mi profesión y mi destino. Sigo con las manos vacías y eso eleva mi profunda desazón por tantos inútiles empeños. Debí haber hecho más, lo admito, pero las puertas jamás se abrieron. Menos mal que otros, desde la lucha civil, lo han logrado siquiera para atemperar la ominosa injusticia de las ausencias que, paradójicamente, son presencias permanentes en nuestras conciencias.

Todavía no puedo mitigar mi sed de justicia. Pero todavía estoy aquí, ante el teclado que es extensión del espíritu. Cuando menos, miles de lectores y muchos más mexicanos no creyeron ni creen en la vergonzosa falacia del “accidente”. Les pido a los míos, a quienes están cerca y también a los que se han alejado, no olvidar. Tal es nuestro deber de conciencia.

Por las Alcobas

El último desplante lo sufrí hace unos meses. En Mérida, capital yucateca con personalidad propia, abundan calles, parques y hasta urbanizaciones que ostentan nombres de fraccionadores y hasta de donadores millonarios apoyados por las jerarquías políticas y religiosas. Y por allí hay una calle que eleva al cacique extinto, Cervera, a un nicho injustificado. Su sobrina, la gobernadora Ivonne Ortega, se refugia en él como extensión de una pequeña tiranía que será repudiada por la historia.

Le dije a la mandataria que ya era de cerrar heridas, subsanar politiquerías e integrar a todas las corrientes de pensamiento al núcleo fuerte del yucatanismo. Que era justo honrar la memoria de Don Carlos a quien hasta sus adversarios le reconocen como el mejor gobernador de la entidad. Y me aseguró que así sería. Pero, claro, nada hizo. Es la sobrina y al estatus reflejo se debe. Pero, como el cacique, pasará... y quien esto escribe mantendrá su trinchera.

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Rafael Loret de Mola
Escritor

jueves, 3 de febrero de 2011

Las lecciones de Guerrero

PorRafael LORET DE MOLAjueves, 03 de febrero de 2011
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Se publicó en: Edición impresa La sacudida de Guerrero, sin duda, mostró la vulnerabilidad no sólo de los actores políticos sino igualmente la de los partidos empeñados en sostener la ambigüedad, sobre todo ideológica, con tal de llevar agua al molino en donde confluyen todos los sectarismos. En esta línea cabe anotar que el único partido resistente a la cooptación de militantes de otras filiaciones es el PRI y además del cual quienes salen no regresan. Acaso ello se deba a que, por la “costumbre del poder”, su capacidad de maniobra es infinitamente mayor a la de sus adversarios, incluido el PAN, gobernante en los fueros federales desde hace ya más de una década.
De allí el planteo absurdo sobre una hipotética “alianza” entre el partido en el poder presidencial, el PAN, y el que se dijo atropellado por la usurpación de Felipe Calderón en 2006, el PRD. En cierto modo sería más coherente para la izquierda, siguiendo su discurso, unirse al PRI para derrocar a una derecha facciosa que extendió los vicios arteros del establishment en lugar de ofrecer el cambio estructural prometido. Los gobernantes panistas, por decir lo menos, han sido los mayores embusteros de la historia y este estigma no se borra ni con las dotes manipuladoras de sus cabilderos importados. El remedio, entonces, resultó peor a la enfermedad.

En entorno así cualquiera se anima a presentarse como la solución a mano. Comentamos en días anteriores que, por ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas, tres veces candidato presidencial y una más precandidato, no se molesta cuando escucha los “cantos de sirena” sobre sus posibilidades a futuro; ello, claro, como efecto de la buena acogida, entre intelectuales y hasta empresarios cansados de los revoltijos políticos, a su autobiográfico ensayo, “Sobre mis Pasos”, cuya salida coincidió con la del nuevo mamotreto verde de Salinas cuyo grosor acapara los anaqueles, de las tiendas departamentales en donde es socio sobre todo, y no deja nada en la memoria salvo las ramplonas “justificaciones” a posteriori.

Cárdenas dice que no la anda buscando –la presidencia-, pero enseguida se dice dispuesto a abrir mentes y perspectivas si, en algún momento, las condiciones le favorecen. El punto medio exacto entre el sí y el no, como cuando la moneda está en el aire, surcando horizontes y hollando ánimos. Desde luego, como se encuentra el PRD en esta hora dramática, no son muchas las opciones para construir verdaderos liderazgos. Y Cuauhtémoc, sin duda, tiene el perfil para ello aunque arrastre ya, sin remedio, casi setenta y siete años de existencia. (El “viejo”, Adolfo Ruiz Cortines, contaba con sesenta y dos cuando le fue colocada la banda tricolor en diciembre de 1952. ¡Y cómo le pesó la edad ante sus quisquillosos gobernados!)

Al mismo tiempo, los panistas andan a la desesperada. No les basta, al parecer, con cuatro secretarios de Estado, un senador, una diputada –la única mujer que figura entre los postulantes de los tres partidos con verdadera representatividad y posibilidades de ganar-, y hasta con un externo que ahora coquetea, sin recato, con el señor Calderón, el ex rector Juan Ramón de la Fuente, hasta hace un año visto como alternativa... de izquierda. No. Otros tienen su “corazoncito” entre los gobernadores que se consideran a sí mismos enviados de la divinidad.

El primero que pretendió sacar la cara, con muy poco éxito y escaso andar, fue el guanajuatense Juan Manuel Oliva Ramírez, al amparo del influyente “yunque” ultraderechista. Pero, insisto, no le alcanzó el aire ni para llegar a la primera escala. Concentrado en los enredos regionales acabó por perder la conexión con la realidad al grado de que los controles internos se le fueron de las manos y carece, ahora mismo, de posibilidades reales siquiera para asegurarse una sucesión cómoda. Quienes más despuntan como posibles precandidatos a tomar el relevo no se hicieron a su sombra sino fuera y hasta en contra de ella: el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, y el senador sanmiguelense Luis Alberto Villarreal García, el clásico seductor en campaña.

Otro mandatario ambicioso –lo ha sido siempre, incluso cuando rebasó al priísta Arturo Zamora en una contienda viciada por acusaciones sobre vínculos con el narcotráfico que nunca fueron probadas, mucho menos al perderse el interés electoral-, el de Jalisco, Emilio González Márquez, de plano se suelta a través de mensajes publicitarios con formatos similares a los del avanzado mexiquense Peña Nieto. Y ello, a despecho, de sus recientes escándalos por alcoholismo –dicen que, cuando menos, el despacho presidencial ya está debidamente avituallado para el caso-, sus desplantes sectarios y su sustantiva pérdida de apoyos entre un electorado hastiado de cuentistas.

Y ya surge un tercer mandatario en lisa: el flamante gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, cuyos “fans” mantienen una cruzada cibernética en la que presentan a su “gallo” con más espolones que los más pintados, proponiéndolo como un casi nuevo mesías... digo, para que Andrés Manuel no se quede solo en el Olimpo de los “elegidos” por propio convencimiento. Lo curioso es que el personaje apenas tiene tres días de despacho gubernamental y ya quiere separarse del cargo para ir hacia la candidatura grande. Los poblanos se convirtieron sólo en plataforma.


Debate


Por fortuna, no soy priísta. Si lo fuera, en una hipótesis muy lejana de mis convicciones, al primero que le pediría cuentas de sus actos, contrarios a la fidelidad partidista, sería al doctor Ernesto Zedillo, a quien he llamado “el gran simulador”: fue, sin duda, el candidato menos carismático de cuantos han pululado por los campos de la demagogia y, sin embargo, es el mexicano, hasta ahora, más votado de la historia al lograr aglutinar más de diecisiete millones de sufragios sobre el rastro sangriento de Lomas Taurinas.

No nos confundamos. Los panistas de cepa arguyen que debe reconocerse a Zedillo como un impulsor de la democracia por haber garantizado una transición ordenada, sin sobresaltos ni violencia, en el 2000. Y, desee luego, no debe escatimarse el hecho de que las elecciones de ese año han sido acaso las menos impugnadas de cuantas hemos atestiguado aun cuando en no pocos miembros del Institucional quedó la idea de que se había consumado una elección de estado “al revés”, esto es para favorecer a la derecha.

Insisto: la responsabilidad de Zedillo no se circunscribe a la jornada comicial ni a la posterior transmisión del Ejecutivo, hechos con los que aseguró el cobijo de la impunidad respaldado por la administración federal sucesora, la de los Fox, sino parte del allanamiento de la ruta a Acción Nacional asfixiando a las cartas del PRI, lanzando a un candidato displicente, Francisco Labastida, limitando los financiamientos a la campaña de éste a mansalva y negociando la alternancia, con descaro, en la Casa Blanca, para garantizar con ella el “desmantelamiento” de las células subversivas en crecida... tras la irrupción del EZLN y el magnicidio de Colosio.

Por ello le califiqué, en su momento, como el gran simulador, precisamente por su propensión aguda a disfrazar intenciones presentándose como ajeno a los grandes escándalos políticos por él prohijados. ¿O acaso el clamor por el cambio, bandera de Fox, no fue espejo de las desviaciones y corruptelas del régimen zedillistan incapaz, además, de paliar la depauperación del colectivo en alza? No olvidemos lo obvio, por favor.

Pues bien, con estos antecedentes, ¿cuenta Zedillo con autoridad moral para considerar y gritar “vamos a ganar”en el 2012? Pero, ¿quiénes? Algunos leyeron en este desfogue de banqueta un refrendo priísta; pero, ¿no está Zedillo más cerca de la derecha –lo ha estado de Calderón- que de cualquiera otra causa?

Reitero: de ser priísta alzaría mi voz para exigir la expulsión de este personaje, tal y como sucedió con Elba Esther Gordillo en julio de 2006. Como no lo soy, dejo constancia de los daños colaterales que sufrirá el PRI, sin remedio, por efecto de sus propias indefiniciones. Cuando los márgenes de ventaja no son muy amplios, basta un error para el colapso. Veremos.


El Reto


Sin duda, pervive la gran puja entre Zedillo y Salinas. ¿Quién es peor? Alguna vez me planteó el dilema, en Saltillo, Enrique Martínez, ex gobernador de Coahuila y hoy coordinador priísta en el Estado de México, muy cerca de Enrique Peña. Le pedí que él respondiera, en razón a mi distancia respecto al priísmo, y señaló a Salinas. Esto es, se quedó con Zedillo de quien se sentía más cerca.

De allí el curso de los acontecimientos. Salinas no ocultó su simpatía por los Fox, con quienes intercambió opiniones cada que se las pidieron, y Zedillo, abiertamente, se ha dejado querer y ver con Calderón en una fragua constante para delinear el continuismo institucional sin distingo de partidos ni emblemas. En el fondo, para muchos, la sucesión en 2012 tendrá, sin remedio, el sello de uno de estos ex mandatarios, priístas en esencia pero mutantes cuando conviene a los intereses corporativos.

Por ello, no sólo el aspirante priísta, Peña, como se dice, busca el calor de los ex mandatarios de la misma filiación; también se acercan al fuego los panistas ansiosos de merecer la unción, igualmente, por parte de “su” presidente, el más faccioso de cuantos han vivido en Los Pinos. Ya veremos los resultados al final.


La Anécdota


Calderón, en su madura crisis de personalidad, ahora se inclina por los chascarrillos a la manera de Fox. Dijo, recientemente que en Acapulco, en donde antes se ofrecía “agua de coco” ahora se vende “coca”, como si fuera sólo cuestión de género, en femenino.

Siguiendo esta línea, el zar antidrogas estadounidense, Gil Kerlikowske, asumió un papel protagónico, en plan propositivo de alto nivel, al sugerir que los cárteles deben ser llamados de otra manera: “empresas criminales multifacéticos”. ¿O las llamamos “ecrimul” para simplificar? Propongo a los lectores que anoten algunas sugerencias al respecto para rebautizar a los grupos facinerosos notables. Es importante. Recuerden que es la ÚNICA aportación del conocido “zar” y de su gobierno para el combate a las drogas. Además, de los discursos, claro.

E-mail: rafloret@hotmail.com